Cristina Kirchner, Donald Trump y las dos grandes diferencias que explican el presente

Ante el fallo de Casación y el regreso del republicano, CFK se identificó con Trump como blanco del lawfare. Dos diferencias en el ejercicio del poder los ponen en veredas enfrentadas.

El fallo de los jueces de la Cámara de Casación contra Cristina Fernández de Kirchner tiene un impacto político indudable, aunque todavía incierto. La condena a seis años de prisión con inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos llega en el momento de mayor euforia del gobierno de Javier Milei. Lo festejan los fanáticos de La Libertad Avanza, los residuos de la vieja oposición a Cristina y también sectores del PJ antikirchnerista que amasan desde hace años el sueño de arrebatarle la conducción del peronismo. Los jueces de Comodoro Py que practican deporte con Mauricio Macri no reparan en sutilezas ni lecturas políticas: siempre van por todo.

Ahora se espera la definición de la Corte Suprema, que ya avisa que no va a tratar el tema hasta 2025 y hasta sugiere que no pondrá obstáculos si Cristina quiere ser candidata a diputada el año que viene. Recién cuando termine la feria judicial, entre febrero, marzo o abril podría haber un pronunciamiento. Es una instancia que puede ser decisiva porque, tal como lo hizo en varias ocasiones a partir de 2017, Cristina vuelve a mostrarse otra vez como candidata, con incursiones repetidas en la provincia de Buenos Aires. 

En el documento que difundió antes del fallo, “Los Copitos de Comodoro Py”, Cristina trazó una fuerte línea de identificación con Donald Trump. Dijo que el lawfare dejó de ser un fenómeno regional y, después de las elecciones en Estados Unidos, se convirtió en global. De Trump, destacó que representa un nacionalismo con características propias de un país con hegemonía global y que ganó las elecciones a pesar de tener más de 30 causas en su contra, varias condenas y un intento de asesinato en plena campaña electoral.

La ex presidenta fue la primera dirigente política en hablar de lawfare durante el gobierno de Mauricio Macri. A partir de 2021, después del asalto al Capitolio, Trump también comenzó a usar el término para denunciar que era blanco de una ofensiva judicial propiciada por el poder demócrata. La definición de Cristina, cuando habla de un entramado de sectores e intereses económicos, geopolíticos y mediáticos que acusan y persiguen judicialmente a quienes desafían el status quo, podría ser firmada por Trump sin mayores inconvenientes. Para él, políticos del establishment, jueces, fiscales, élites económicas y miembros del deep state utilizaron los cargos en su contra en un intento desesperado de proscribirlo. En medio de la seguidilla de fallos en su contra, el otra vez presidente ideó incluso una consigna para involucrar a sus votantes: “Cuando me persiguen a mí, en realidad te persiguen a ti”, dijo.

Además de lo ideológico y de la dimensión de sus liderazgos en países incomparables, hay por lo menos dos grandes diferencias de Cristina con Trump. La primera es que durante su primer periodo como presidente Trump construyó una Corte Suprema conservadora que lo sobrevivió y se convirtió en su principal reaseguro ante la infinidad de denuncias e imputaciones en su contra. Con un mix de decisión y respaldo de actores del poder permanente, nombró a tres jueces en el máximo tribunal de Estados Unidos, Clarence Thomas, Samuel Alito y Amy Coney Barrett. Los dos primeros, que habían sido secretarios suyos, ahora están en edad de jubilarse. Con vocación de heredarse a sí mismo, Trump quiere ahora elegir a sus reemplazantes. 

La cabeza del poder judicial funcionó para Trump como un dique de contención que le permitió salir prácticamente indemne de las 34 condenas que recibió en distintos tribunales por delitos graves, que iban desde cargos de fraude y obstrucción hasta el intento de sublevarse contra la democracia y desconocer los resultados electorales de 2020.

Fuente: El destape

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