DEMOCRACIA Y ‘HARTAZGO’
Elogio de la rosca (acerca del ‘voto bronca’)
La pauperización cultural argentina es evidente y los indicadores en educación, salud y seguridad no acompañan pero la democracia es mejor que el ‘voto bronca’.
12 DE SEPTIEMBRE DE 2023 – 20:00
‘Voto bronca’ no debería ocultar las virtudes de la democracia.
POR HORACIO E. POGGI
Un sinfín de lugares comunes ha inundado la conversación pública, luego de los resultados de las PASO del 13/08. El latiguillo taquillero ha sido “el voto bronca de la gente”, seguido por “el hartazgo de la sociedad con la política”. Vamos a ser lacónicos. Y paramos ahí.
Realmente la casta locutora quedó descolocada. Entonces pretende involucrarnos en su desatino interpretativo y habla en nombre de la opinión pública. Tal vez para compartir su fracaso profesional. Tomemos distancia.
La emergencia de un liderazgo de ruptura suele traer consecuencias traumáticas. Por aquello de que lo nuevo todavía no termina de nacer y provoca más incertidumbre que certeza. Parafraseando a Leopoldo Marechal digamos que “la democracia es un dolor que no tiene bautismo”. ¡Pero vale la pena!
Elecciones, en el peor momento para la democracia
En 40 años hemos incorporado los Derechos Humanos a la conciencia nacional y solo a una minoría resentida se le ocurre poner en dudas el terrorismo de Estado. A nadie, en su sano juicio, en pleno siglo 21 se le ocurriría acceder al poder a través de la violencia subversiva, o de apelar al autoritarismo castrense para gobernar.
Entonces, ¿dónde queda el mentado hartazgo de la sociedad con la política? Porque si la alternancia se da en los marcos del sistema democrático, si más allá de la anemia partidaria aún prevalece la selección de candidaturas con alianzas formadas por partidos… Queda en evidencia que asistimos a la demolición de la narrativa democrática desde espacios mediáticos que se ufanan de ser portadores sanos de la libertad de prensa.
Carlos Vladimiro Corach.
Juan Carlos Mazzon.
Carlos Enrique Nosiglia.
Va de suyo que existe bronca, hartazgo y, sobre todo, cansancio con una forma de gestionar el Estado que es, por supuesto, el recinto del poder. Pero en el malestar ciudadano también anida la respuesta. Hay que saber escuchar y convertir en soluciones la voluntad peticionaria. A veces, silenciosa; otras, virulenta.
La política, en su faz agonal, es la que define el rumbo que luego se adoptará en la faz arquitectónica. Es decir, en el gobierno. Aún corriendo el riesgo de que algún purista nos tilde de hereje, apostamos a una conceptualización arraigada en el mundo práctico y consideramos que la construcción de poder político –fase agonal- es la condición determinante de la ejecución de medidas de Estado. He ahí, por tanto, que emerge la capacidad imperiosa de generar consensos y de acumular materia cuantitativa en las legislaturas para sancionar ordenanzas y leyes que permitan gobernar municipalidades, provincias y el Estado federal.
La construcción de poder partidario e institucional es un arte y solo quienes poseen el óleo sagrado de Samuel –diría el general Juan Perón- están en condiciones de organizar la ejecución exitosa de políticas públicas. Cuando dirigentes y funcionarios conocedores de los subterfugios de la denominada “rosca” política asumieron responsabilidades de fuste, la Argentina transitó por etapas transformadoras.
La ausencia de políticos de la talla de Eduardo Bauzá, César Jaroslavsky, Antonio Tróccoli, Luis María Macaya, Juan Carlos Mazzón y José María Díaz Bancalari, para citar pocos ejemplos, ha dejado a las administraciones y a los partidos políticos huérfanos de liderazgos constructivos.
Por eso, antes de denostar a la política que es el único instrumento constitucional disponible en la legalidad para gestionar el Estado, sería conveniente que la reivindicaran, por otros 40 años de democracia. Excepto que la casta locutora y los paladines del oportunismo auspicien el retorno de la oscuridad, el crimen y la derrota total de la Argentina.